Neri Coronel
A menudo, la angustia de lo que no alcanzamos a saber o a comprender, aquello raro y hasta difícil de explicar, aún la belleza o lo maravilloso, hayan su sitio en ordenamientos y discursos con los que buscamos aplacar lo amenazante o impensable que nos rodea. En esa lógica de producir verdades para tranquilizar nuestra desorientada razón encuentran su trama muchos de los relatos de este mundo. La narración en tres reinos para explicar el enigma de la naturaleza o los personajes del deforme, el desviado o el monstruo para hallarle una forma cierta a los aconteceres imposibles y prohibidos de nuestra existencia humana.
Estos argumentos de inclusiones y aislamientos viven en el lenguaje, susceptible de ser recorrido con intenciones de naturalizar la incómoda ambigüedad que lo habita: ese coro de acentos dispersos que luchan en su arena. Pero también, por su cualidad de territorio inestable, el lenguaje, puede moverse y volverse una fuerza donde escribir otras formas, ahí, en lo inerte de las totalitarias certezas.
Pareciera que es rasgando en las sordas paredes de la cárcel del lenguaje que sea posible esbozar una grieta, y escuchar el balbuceo, la tos o la vacilación de una lengua inverosímil. Nacidas de ese lenguaje –puesto contra sus propios límites- surgen, intempestivas, sueltas, y –al mismo tiempo arduas y artesanales-; otras lenguas: locas tierras donde las visiones domesticadas del mundo se disuelven en la pluralidad de unas voces...
Estos textos muestran parte de la producción realizada por los integrantes del Taller de escritura “Caracoles” entre marzo y diciembre de 2006. Una primera edición de ese trabajo se hizo a fines del año pasado y fue presentada en el festival de “Poesía al Borda”.
Esta es la segunda publicación del taller. Son textos que no pretenden nada más que pasar al otro lado para que alguien los reciba, los lea, los escuche, los vuelva a escribir.
Han salido así: a fuerza de encontrarlos y de buscarlos. A pura sorpresa, transpiración, atrevimiento. A puro a-brazo: como van naciendo las palabras cuando se está bajo el efecto de la literatura —o lo mismo— presos del amor.
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“..., de pronto, un gato interrumpe el cuento que se está leyendo. El gato se llama Rigoberto y se ha metido en medio de la reunión del taller de literatura para darse a conocer: “¿Y cómo entró?”, se pregunta. “¡Y cómo va a entrar! Como entran los gatos“, se responde.
Comentan que hace unos días, al clarear, un pájaro también entró por entre la rejas de la ventana de una celda a buscar una miga de pan. Y mientras recuerdan, la mirada, se les pierde a los hombres en el sueño de haber querido estar, por un instante, en la piel de ese pájaro.
En su libro “mirar”, John Berger, advierte que “alguna vez el hombre y el animal se encontraron en el centro del mundo, pero sería un error suponer que los animales hayan entrado por primera vez en la imaginación humana en forma de carne, cuero o asta”, cuando, en realidad, entraron como “mensajeros y promesas”. Quizá por el misterio que aún habita en los animales, a pesar de siglos de domesticada cultura, en el taller, no haya acuerdo, con relación al hecho de si Rigoberto es como todos los gatos: bandido, errante, predador o si se trata de un caso excepcional de lealtad felina. Alguien insiste en imaginar distinto: “hay que saber sentirlos uno a uno”, dice.
Al igual que la luz, o la carta, que atraviesan las paredes de la cárcel, el gato y el pájaro son enviados bienvenidos al rancho de la literatura, donde pareciera que algo, también, traspasa si se empieza a mover la lengua de lugar: de sus aplastantes certidumbres a un irremediable extravío. Recordándonos, en ese descontrol, que su naturaleza —como la de los animales— es mágica e indómita. Tanto, como para que un gato y un pájaro vivan en ella sin el miedo que incita, a uno, a comer y, al otro, a ser devorado...”
Caracoles
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Jen
Escribe poemas desde la adolescencia. LLeva publicado dos libros de poesía: “Autoencierro” y “Callejeras”.
Me dijo:-Vago/¿Por qué la noche?/¿Por qué ella me llama y yo le disparo a la almohada?/
Si con eso no pequé/ ¿Por qué en lugar del astro sol coloqué la luna?/ Y al caminar/ por las calles /el toc toc del eco de mis pasos /Y con grito a vino en mi boca/ Y un pucho encendido/ que se me ha caído (quizá lo he hecho a propósito/ para agacharme a recogerlo/ escuchar el murmullo de las viejas chismosas diciendo: “¡cuidado, ahí viene el vago!”)/ Y al pasar/ por un alambrado/ alerta un perro ladra/ Llego a la puerta/ me santiguo y beso la medallita de mi viejita/ Y una voz marchita que dice:/ “¡es hora de ir a dormir niño!”;/ la voz de mi padre/ Pero no ha llegado mi hora;/ ¿no es tiempo ya de que usted descanse/ y yo disfrute de mi propia noche bohemia?
Francisco
Marino mercante. Llama “especie de fabulitas” a sus textos. Cree que lo más importante al escribir es “que se dude y se haga dudar”.
Visiones
Las veo todo el tiempo pasar a mi lado. Las hay negras, blancas, de varios colores. Son el objeto de codicia del lugar. A veces te pueden costar caro. Tenés que pelear por ellas. Yo también las quiero, pero no me quitan el sueño. Por el contrario, sueño con ellas. Las puedo escuchar pasar junto a mí, sólo eso: pasan junto a mí y se alejan.
Me hacen acordar a mi viejo:
Recuerdo que un día vino un amigo a casa y mi padre lo invitó a tomar algo. —Alcanzame esa botella de whisky escocés —me dijo. Era una ocasión especial. Yo fui por ella. Volví y le pregunté: —¿Cuál de las dos, papá? —Yo no veía bien.
El amigo de mi viejo se puso bueno: —¿Menos mal que tenías una sola, no?
Mi padre se disculpó: —Debe haber un error. Seguro una está vacía. —Y me ordenó que la tirara.
Yo fui. Yo no veía bien. Tiré las dos botellas. En realidad tiré la única.
Dejó de ser una ocasión especial. No habría whisky. Tal vez, hubiera sido más fácil decir la verdad; mi visión no era buena.
En este lugar es igual. Sería mejor decir: “No las tengo“, y punto. Sólo se trata de un par de zapatillas.
Oscar
Nació en Salta. Aunque hace más de veinte años que vive en Buenos Aires todavía conserva al hablar un marcado tono de su lugar de origen. Si el cuento que se está leyendo en el taller es extenso suele levantarse a estirar las piernas. Luego de mucho ir y venir escribió:
Carta a casa.
Hola, papá y Ana y hermanitos. Quería contarles de mi vida. Estoy de nuevo en la cárcel. No es para que se preocupen, me encuentro bien de salud. Me detuvieron por no ir a firmar todos los días al juzgado, pero es leve porque me pusieron ‘rebeldía’.
Papá, decile a la Anita que le agradezco la tarjeta que me hizo llegar la última vez para el día del padre. Cuidala mucho que es una buena mujer y una buena madre para mis hermanos (del que no me puedo acordar bien el nombre es el del más chiquito, pero siempre me acuerdo de él). Yo quería pedirte —si es posible— que me mandés una foto de mi hija, la Marisol, para ver cómo creció, porque desde que me vine a Buenos Aires no la vi más. Un beso para todos. Saludos a la abuela Blanca que la quiero mucho. Te mando mi dirección. Así, tenés que poner la dirección en el sobre:…
Eddy
Poeta, cuentista. Escribió numerosos acrósticos. Tuvo la ocurrencia del nombre del taller.
I
El caballo más hermoso que jamás se había visto fue parecido a mi caso. Un día en un campo de Verónica caí de un bello macho enfurecido. Siempre he creído —al sufrir más de dos horas, después del duro golpe (fui enyesado, codo izquierdo con muñeca derecha)— que no tendría que haberme subido a ese caballo. ¡Ay mamita qué dolor! De ahí me ha quedado mi aversión a esos animales y mi mala suerte en el hipódromo.
Hernán
“Poeta del amor”.
Pedro y Rosmeli
Pedro y Rosmeli querían tener un hijo, pero como eran muy pobres no podían; por eso lo soñaban: Rosmeli, cuando hilaba la rueca; Pedro, cuando cuidaba las ovejas en el valle.
Mientras Rosmeli soñaba con el color de los ojos del niño, Pedro imaginaba su mirada.
Neri
De chico abandonó la escuela porque no lo dejaban hablar “el guaraní”. Unos poemas de O. Girondo que llegaron “hasta adentro” hicieron de puente para que asistiera al taller. Estaba inventando este trabajo cuando salió en libertad:
Gringosa
A mapesas de bala el demamor. Ella se pabasol el misocris y iancia. En riamus, en vajessal. Niabos. En talosus se dobarne un mandogri jumbroso. Que niate, que narce embullison. Sin copa a copo. Atropel, plumindo, redus tashadeaba el mindrote trinado del ombué. (...)
Sandro
Músico. Opina que la “onda” para corregir un texto está en cortar.
Declaración
Señora, estos cinco puntos que llevo en el alma están para recordarme que no puedo quedarme con los canarios que me ha regalado para que no la olvide. Si yo tuviera su belleza, estaría como enamorado de mí mismo; sería Narciso y no compartiría mi hermosura con nadie. Pero, sabe, no soy Narciso, soy sólo un hombre que no debe quedarse con sus canarios. Por eso se los devuelvo.
Aquí tiene, usted, mi alma.
Diego
Percusionista. Actualmente se encuentra escribiendo un extenso diálogo:”algo así como un trabajo de experimentación”. Aquí, se reproduce un breve fragmento de ese material:
Un diálogo
-No quiero catarsiar. Pero probablemente esto sea de beneficio interno. Quiero que esta vez funcione.
- Tal vez...
- En otro tiempo me complicaba buscando un rincón, un espacio, o un instante solitario y lleno de palabras poéticas.
- ¿Qué decís?
...................................................................................................................................
- Un grano de arena detrás de otro grano de arena es un grano de arena que se esconde detrás de otro grano de arena.
- Un grano de arena que se esconde. ¿Por qué se esconde?
- Porque se esconde de un grano de arena que se esconde de otro grano de arena.
- Está buscando decir que es un grano de arena.
- ¡Grano de arena! ¡Grano de arena!
- ¿Desea realizarse?
- Como un grano de arena.
- Sencillamente.
- Un grano de arena, con otro grano de arena.
- Y otro grano de arena, con otro grano de arena.
- Y otro grano de arena...
Lisandro
Porteño, escritor.
Recuerdo
Una vez conocí el campo con mi hermano agarrado de la mano. Corríamos sobre el césped. Brotábamos de alegría. Corríamos sin parar. De pronto, vimos un potrillo. Lo acariciamos. Estaba tranquilo y también atado. Lo desatamos y lo montamos. Cabalgamos con él hasta cansarnos. Después lo dejamos en libertad. Desde lejos lo miramos irse, con esa mirada penetrante que es alegría de infancia.
César
Nació en Buenos Aires, pero vivió muchos años fuera del país. Define a su escritura como “poemas flacos”.
Poemas Flacos.
-El pelo de un dios no necesita crema ni shampoo.
-Una rubia, muerta de celos, le decía a su marido: “Voy a sacarte de encima el olor a las negras”.
Mi corazón es una isla en el mar
Tiene miedo
Quizá por estas cosas
No he podido de ti, mí, enamorar
Hugo
Lucerito, Lustbellito, Lusbellito, Luciferino y Luz. Cree que es la música lo que lo mueve a escribir.
Una mujer
Una mujer apoya sus manos en el paredón/ Implora.../que sus aves no la dejen/ El aroma de libertad de ellas siente su dueña/ La ansiada libertad/ juega/ Se hace el milagro/ vuela/ La reina -dueña-, recién, comprende.../ Rasguña con sus manos el paredón o la pared/ Es un otoño convertido en primavera por dos rosas/ que mas allá de todo tiempo/ siempre se han amado.
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