Finalmente comprendí que tarde o temprano llegaría el día de la elección dolorosa.
Si en un principio me opuse a reeditar una historia que ya conocía no fue por la avaricia de no pagar el precio del talento. Precio que sospechaba era la locura. Creo que fue la vana ilusión de poder compaginar lo que de ninguna manera se conjuga.
Un día descubrí que un grito ahogado pedía auxilio. Sí, era como el llanto de un ser destinado a vivir y condenado por mí a la muerte. Pero me apiadé compadecido. Supe que ese niño que gemía, un día, alzaría sus fuerzas contra mí para destronar la soberanía de la cordura. Lo dejé crecer magnífico y robusto y, en su vigor, contemplé mi propio ocaso.
Sin embargo, reconozco, que gusté la tentación de ese inmenso mar desconocido que, con insistencia, me invitaba a adentrarme. Amé sentir que mis pies no encontraban el disgregado sostén en las arenas. En todo momento supe que la prudencia recomendaba volver hacia la costa. Sentí la libertad de no pensar en lo que no quería pensar
Amé elevarme y, elevado, gusté mirar hacia arriba, pero, al bajar la vista, el vértigo de la altura, me urgía a buscar la firme solidez del suelo para apoyarme
Ahora, resignado, debo esperar el dictamen del mundo; el día del juicio. Finalmente el mañana habrá de exigir el tributo de mi audacia. Sólo una joven muerte podría liberarme de un destino alienado. Esto aún no ha llegado, pero tengo la esperanza de que un día vendrán a buscarme. ..A veces, en sueños, veo hombres de blanco que con mirada comprensiva no parecen darse cuenta de que son los emisarios de un mundo que ama sólo lo regular y detesta lo distinto. Pero ellos no saben que yo sé. Ellos creen que yo no entiendo y, yo, con la esperanza del que aguarda un sacrificio redentor, los recibo complacido.
Si en un principio me opuse a reeditar una historia que ya conocía no fue por la avaricia de no pagar el precio del talento. Precio que sospechaba era la locura. Creo que fue la vana ilusión de poder compaginar lo que de ninguna manera se conjuga.
Un día descubrí que un grito ahogado pedía auxilio. Sí, era como el llanto de un ser destinado a vivir y condenado por mí a la muerte. Pero me apiadé compadecido. Supe que ese niño que gemía, un día, alzaría sus fuerzas contra mí para destronar la soberanía de la cordura. Lo dejé crecer magnífico y robusto y, en su vigor, contemplé mi propio ocaso.
Sin embargo, reconozco, que gusté la tentación de ese inmenso mar desconocido que, con insistencia, me invitaba a adentrarme. Amé sentir que mis pies no encontraban el disgregado sostén en las arenas. En todo momento supe que la prudencia recomendaba volver hacia la costa. Sentí la libertad de no pensar en lo que no quería pensar
Amé elevarme y, elevado, gusté mirar hacia arriba, pero, al bajar la vista, el vértigo de la altura, me urgía a buscar la firme solidez del suelo para apoyarme
Ahora, resignado, debo esperar el dictamen del mundo; el día del juicio. Finalmente el mañana habrá de exigir el tributo de mi audacia. Sólo una joven muerte podría liberarme de un destino alienado. Esto aún no ha llegado, pero tengo la esperanza de que un día vendrán a buscarme. ..A veces, en sueños, veo hombres de blanco que con mirada comprensiva no parecen darse cuenta de que son los emisarios de un mundo que ama sólo lo regular y detesta lo distinto. Pero ellos no saben que yo sé. Ellos creen que yo no entiendo y, yo, con la esperanza del que aguarda un sacrificio redentor, los recibo complacido.
1 comentario:
Celebramos la pasión de vida con que hacen de la escritura una herramienta de “redención”.
Siempre en viaje - a tropel, en manada- ; “adentrados” en las extranjerías del juego, el amor, la poesía.
Por la In-quietud.
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