Lo que se hace con las palabras
En su carta, el doctor Pellegrini, no escatima en denunciar el poder violatorio de las instituciones de doble encierro, ni en pronunciarse a favor de la necesidad de desmantelar el régimen manicomial imperante en ellas.
Sin embargo, el documento que adjunta a su discurso epistolar, acordado interministerialmente para producir una sustitución de la cárcel hospicio, no pareciera enmarcarse en la perspectiva de desmanicomialización expuesta en esos enunciados.
A nuestro juicio, dicho documento, deja intacta las ambigüedades que han sostenido, la fatal imbricación, entre el poder de seguridad y el poder médico, a la hora de repensar dispositivos que sustituyan la vivencia trágica de la criminalización de la locura.
Así, en ese escrito, cuando se hace referencia a los compañeros del Pabellón Psiquiátrico de Coronda, no sólo no deja de insistirse, para aludir a ellos, que se trata de personas “en cumplimiento de una medida de seguridad”, sino que, lo que se plantea, como solución al “cierre” de ese depósito siniestro de seres humanos, consiste en la siguiente propuesta metodológica :
“Adecuar un espacio físico en la Colonia Siquiátrica de Oliveros, garantizando los recursos humanos necesarios para la creación de un dispositivo de alojamiento de aquellos pacientes declarados inimputables que requieran mayores condiciones de seguridad que las brindadas por las salas comunes de internación”. Dicho dispositivo tendrá carácter transitorio, hasta que se concrete el Dispositivo de Asistencia Intensiva Clínico/Jurídica, sustitutivo definitivo del Pabellón Psiquiátrico.- "
Creemos que estas medidas no instituyen, en modo alguno, “dispositivos sustitutivos” del penal psiquiátrico; sino que, por el contrario, lo dejan per-durando, cual nuevas encerronas, que siguen requiriendo, como interlocutor privilegiado de su discurso, al poder judicial. Al final del documento se invoca: “ entendemos, que para la efectiva implementación de las acciones tendientes a revertir definitivamente la situación planteada, será central el rol que asuman las autoridades judiciales”
Si de lo que se trata es - como el Dr. Pellegrini señala en su carta - de la “concreción de modificaciones estructurales” y de llevar adelante una “labor contracultural”, nos preguntamos: ¿en qué medida la continuidad que oscila entre lo terapéutico y lo judicial, puede dar una respuesta crítica a un nuevo modo de comprender y tratar la enfermedad mental? ¿Por qué, entonces, no alcanzaría con un abordaje exclusivamente terapéutico para romper con la sinrazón de un penal psiquiátrico? ¿Es posible que el sostenimiento de un dispositivo que perpetúa la ideología de la custodia al enfermo mental pueda eliminar la idea de peligrosidad social que se tiene de nosotros?
Volvemos sobre algunos de los textos leídos en nuestros encuentros para no otorgar poder, sino para ejercerlo en el hacer/pensar, que nos fortalece. Allí, “Los anormales” de Foucault pareciera venir a decirnos algo:
"En realidad, todo ese continuum, que tiene su polo terapéutico y su polo judicial, toda esa mixtura institucional ¿a que responde? Pues bien , al peligro".
Más acá, Paulo Amarante, en su libro “Locos por la vida” chispea sobre nuestras preguntas cuando afirma:
“El entrecruzamiento de la medicina y la justicia caracteriza el proceso de institución de la enfermedad mental por medio del mecanismo descrito por Denise Dias Barros;(...) “La noción de peligrosidad social asociada al concepto de enfermedad mental, formulado por la medicina, propició una superposición entre castigo y tratamiento, una casi identidad del gesto que castiga y aquel que trata...”
Entendemos la urgencia de respuestas que, como responsables de organismos de gobierno, deben dar para la eliminación de estas instituciones de horror. No desconocemos, tampoco, la complejidad de praxicizar un sustituto de la cárcel manicomio. Nos debatimos cotidianamente pensando y haciendo en ello.
Sin embargo, es necesario - nobleza obliga - que el cambio de palabras: “Dispositivo Intensivo de Asistencia Clínico/Jurídica”, en lugar de, “Pabellón Psiquiátrico”; no silencie - en esa decorosa resemantización - lo que, en modo alguno ha sido transformado: la lógica perversa a la que se encuentra subordinada la comprensión de la enfermedad mental en el marco de una cárcel manicomio; su carácter de segregación, discriminación, aislamiento y punición de la alteridad.
De congraciarnos con esos mutismos estaríamos legitimando la maquinación de neoencierros producidos, ahora, en la colonia del señor juez que seguiría esclavizando - ya no para el ejercicio del poder represivo en el feudo penitenciario; sino para la producción material y simbólica de cuerpos, que le permitan al aparato del estado capitalista, seguir perpetuando legalmente su dominio: la libertad de los hombres como patrimonio exclusivo de la Justicia.
Consideramos, que los dispositivos que vayamos imaginando, al calor de las actuales condiciones históricas, no deben eludir las obligaciones que competen a una otra forma estado, que incluya la desigual diferencia como eje para repensar sus políticas públicas – en este caso, en materia de salud-, pero es necesario que quienes participan de ese entramado: gobernantes, profesionales, grupos interdisciplinarios; adviertan que no pueden ser ellos solos, en primera persona, quienes determinen las estrategias y mecanismo que posibiliten terminar con la opresión de la que somos víctimas. Tal vez, en el reconocimiento de ese contra/ entrepoder descubramos los comienzos de un acaso; lo inquietante de las resistencias.
En su carta, el doctor Pellegrini, no escatima en denunciar el poder violatorio de las instituciones de doble encierro, ni en pronunciarse a favor de la necesidad de desmantelar el régimen manicomial imperante en ellas.
Sin embargo, el documento que adjunta a su discurso epistolar, acordado interministerialmente para producir una sustitución de la cárcel hospicio, no pareciera enmarcarse en la perspectiva de desmanicomialización expuesta en esos enunciados.
A nuestro juicio, dicho documento, deja intacta las ambigüedades que han sostenido, la fatal imbricación, entre el poder de seguridad y el poder médico, a la hora de repensar dispositivos que sustituyan la vivencia trágica de la criminalización de la locura.
Así, en ese escrito, cuando se hace referencia a los compañeros del Pabellón Psiquiátrico de Coronda, no sólo no deja de insistirse, para aludir a ellos, que se trata de personas “en cumplimiento de una medida de seguridad”, sino que, lo que se plantea, como solución al “cierre” de ese depósito siniestro de seres humanos, consiste en la siguiente propuesta metodológica :
“Adecuar un espacio físico en la Colonia Siquiátrica de Oliveros, garantizando los recursos humanos necesarios para la creación de un dispositivo de alojamiento de aquellos pacientes declarados inimputables que requieran mayores condiciones de seguridad que las brindadas por las salas comunes de internación”. Dicho dispositivo tendrá carácter transitorio, hasta que se concrete el Dispositivo de Asistencia Intensiva Clínico/Jurídica, sustitutivo definitivo del Pabellón Psiquiátrico.- "
Creemos que estas medidas no instituyen, en modo alguno, “dispositivos sustitutivos” del penal psiquiátrico; sino que, por el contrario, lo dejan per-durando, cual nuevas encerronas, que siguen requiriendo, como interlocutor privilegiado de su discurso, al poder judicial. Al final del documento se invoca: “ entendemos, que para la efectiva implementación de las acciones tendientes a revertir definitivamente la situación planteada, será central el rol que asuman las autoridades judiciales”
Si de lo que se trata es - como el Dr. Pellegrini señala en su carta - de la “concreción de modificaciones estructurales” y de llevar adelante una “labor contracultural”, nos preguntamos: ¿en qué medida la continuidad que oscila entre lo terapéutico y lo judicial, puede dar una respuesta crítica a un nuevo modo de comprender y tratar la enfermedad mental? ¿Por qué, entonces, no alcanzaría con un abordaje exclusivamente terapéutico para romper con la sinrazón de un penal psiquiátrico? ¿Es posible que el sostenimiento de un dispositivo que perpetúa la ideología de la custodia al enfermo mental pueda eliminar la idea de peligrosidad social que se tiene de nosotros?
Volvemos sobre algunos de los textos leídos en nuestros encuentros para no otorgar poder, sino para ejercerlo en el hacer/pensar, que nos fortalece. Allí, “Los anormales” de Foucault pareciera venir a decirnos algo:
"En realidad, todo ese continuum, que tiene su polo terapéutico y su polo judicial, toda esa mixtura institucional ¿a que responde? Pues bien , al peligro".
Más acá, Paulo Amarante, en su libro “Locos por la vida” chispea sobre nuestras preguntas cuando afirma:
“El entrecruzamiento de la medicina y la justicia caracteriza el proceso de institución de la enfermedad mental por medio del mecanismo descrito por Denise Dias Barros;(...) “La noción de peligrosidad social asociada al concepto de enfermedad mental, formulado por la medicina, propició una superposición entre castigo y tratamiento, una casi identidad del gesto que castiga y aquel que trata...”
Entendemos la urgencia de respuestas que, como responsables de organismos de gobierno, deben dar para la eliminación de estas instituciones de horror. No desconocemos, tampoco, la complejidad de praxicizar un sustituto de la cárcel manicomio. Nos debatimos cotidianamente pensando y haciendo en ello.
Sin embargo, es necesario - nobleza obliga - que el cambio de palabras: “Dispositivo Intensivo de Asistencia Clínico/Jurídica”, en lugar de, “Pabellón Psiquiátrico”; no silencie - en esa decorosa resemantización - lo que, en modo alguno ha sido transformado: la lógica perversa a la que se encuentra subordinada la comprensión de la enfermedad mental en el marco de una cárcel manicomio; su carácter de segregación, discriminación, aislamiento y punición de la alteridad.
De congraciarnos con esos mutismos estaríamos legitimando la maquinación de neoencierros producidos, ahora, en la colonia del señor juez que seguiría esclavizando - ya no para el ejercicio del poder represivo en el feudo penitenciario; sino para la producción material y simbólica de cuerpos, que le permitan al aparato del estado capitalista, seguir perpetuando legalmente su dominio: la libertad de los hombres como patrimonio exclusivo de la Justicia.
Consideramos, que los dispositivos que vayamos imaginando, al calor de las actuales condiciones históricas, no deben eludir las obligaciones que competen a una otra forma estado, que incluya la desigual diferencia como eje para repensar sus políticas públicas – en este caso, en materia de salud-, pero es necesario que quienes participan de ese entramado: gobernantes, profesionales, grupos interdisciplinarios; adviertan que no pueden ser ellos solos, en primera persona, quienes determinen las estrategias y mecanismo que posibiliten terminar con la opresión de la que somos víctimas. Tal vez, en el reconocimiento de ese contra/ entrepoder descubramos los comienzos de un acaso; lo inquietante de las resistencias.
Si la posibilidad de librarnos nosotros de lo que nos oprime está en ir intentando con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre nuestros cuerpos y almas (Foucault: 1992) por qué no permitirnos pensar nuevas formas de vida enlazadas con diversos colectivos sociales; más allá de las coloniacizaciones, de las reformas a medio camino, de los “hostels” para locos con circuitos cerrados de pertenencia?
El bien intencionado gesto de encontrar soluciones inminentes, no puede hacer caer, de manera exclusiva, nuestro destino en el poder judicial; y mucho menos puede encumbrarse un discurso abolicionista, como parte del logro de ninguna política oficial cuando el compromiso para sustituir la lógica manicomial supone mucho más que una mudanza de lugares - Oliveros envés de Coronda - y, en cambio, la puesta en tensión de nuestros sueños y contradicciones, en la ardua construcción de un nuevo espacio vital donde las actuales relaciones sociales de dominio a las que estamos sometidos y sometidas sean transformadas.
Addenda:
Sólo agregar que, el término “reclusos” empleado en la carta del Dr. Pellegrini, para referirse a personas encerradas en un “corral de espanto”, lejos de suplir el gesto o la mirada que en su momento nos faltaron, nos vuelve a capturar en la cruel cultura de la “blanquedad”. Nosotros preferimos, como dice nuestro compañero, el croata, que nos “tilden” de soñadores o poetas, para que así, en lo que vamos haciendo con la palabra -esa llama revolucionaria que nos empuja a poder nombrarnos de una buena vez en la historia- no fracase la ternura.
CARACOLES.
El bien intencionado gesto de encontrar soluciones inminentes, no puede hacer caer, de manera exclusiva, nuestro destino en el poder judicial; y mucho menos puede encumbrarse un discurso abolicionista, como parte del logro de ninguna política oficial cuando el compromiso para sustituir la lógica manicomial supone mucho más que una mudanza de lugares - Oliveros envés de Coronda - y, en cambio, la puesta en tensión de nuestros sueños y contradicciones, en la ardua construcción de un nuevo espacio vital donde las actuales relaciones sociales de dominio a las que estamos sometidos y sometidas sean transformadas.
Addenda:
Sólo agregar que, el término “reclusos” empleado en la carta del Dr. Pellegrini, para referirse a personas encerradas en un “corral de espanto”, lejos de suplir el gesto o la mirada que en su momento nos faltaron, nos vuelve a capturar en la cruel cultura de la “blanquedad”. Nosotros preferimos, como dice nuestro compañero, el croata, que nos “tilden” de soñadores o poetas, para que así, en lo que vamos haciendo con la palabra -esa llama revolucionaria que nos empuja a poder nombrarnos de una buena vez en la historia- no fracase la ternura.
CARACOLES.
1 comentario:
Queda claro que no hay intención de intervenir ni sustituir nada de este actual sistema violatorio de la dignidad humana,contra personas víctimas de un sistema siniestro que no deja salida alguna (tren de consecuencias)
M. (detenido en un penal psquiátrico)
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