Yo quería ver algo a pleno día; tenía para con la luz un deseo de agua y de aire. Y si ver significaba el fuego, yo exigía la plenitud del fuego, y si ver significaba el contagio de la locura, deseaba locamente esta locura.
Maurice Blanchot
Mucha gente no sabe que adentro del Hospital Borda funciona una cárcel/manicomio, una Unidad Penal Psiquiátrica Federal; una cárcel dentro de otra cárcel, donde nos encontramos depositados alrededor de 75 seres humanos. En el argot jurídico se nos llama artículos 34; los inimputables. Ese lugar de horror es la Unidad 20.[1]
Invisibles Inimputables que en contra de lo que sostiene la ley[2] seguimos capturados bajo el ejercicio de la dominación extrema: la del cuerpo y su libre circulación, y la del alma; hundidos en inhumanas condiciones de existencia, porque a pesar de haberse creado, hace poco más de un año, una Comisión Permanente de Evaluación y Seguimiento de la Unidad 20 que supuso la intervención de un equipo de asistencia médico psiquiátrico-psicológica no penitenciario; en la “profundidad sin misterio de la cotidianeidad” somos objeto de una interna atroz entre una fuerza de seguridad y el poder de la psiquiatría. Esta situación favorece un contexto de pugnas y encubrimientos en el que no han desaparecido ni la ferocidad de la medicación, ni la brutalidad de las golpizas, ni las celdas individuales como forma de castigo. Tampoco las ilegítimas recusaciones de habeas corpus, el uso de drogas para el aquietamiento de nuestras lúcidas disidencias en ira con la institución y con quienes trabajan para teatralizar su crueldad, ni el interrogatorio psiquiátrico en tanto trayectoria hacia “la caída” en el cerco del terror, ni otros ardides que hacen de las orejas, la voz y los ojos “dispositivos” que gozan con nuestro dolor.
En lugar de pensar para estos “anormales” un proyecto de cura, se nos encierra como peligrosos obligándonos a cumplir una pena. Nuestro delito: haber hecho estallar en nuestras supuestas insanías las perversiones de un sistema que trabaja para destruir cualquier posibilidad de miramiento humano; “vidas desnudas” al servicio de una guerra civil legalizada, donde el totalitarismo de las democracias se sirve de la ley para abandonar las vidas al poder mortífero del estado[3]:
Caracoles irrumpe en ese lugar de resto, como un intersticio de fractura que surge a partir de preguntarnos si era acaso posible algo del orden de la vida en ese todo que se vuelve la cárcel manicomio. Si un punto de fuga se abriría, allí, donde el poder de deshumanización arma con una variada gama de discursos, diagramas y estrategias estas formas institucionales en pavorosa continuidad con los campos de exterminio: lo que queda de Auschwitz, de la Perla, el Olimpo, el Vesubio...
En contradicción con el orden prevaleciente en estas instituciones de doble encierro, donde de maneras inimaginables se persigue sacar el habla de quien aún vive, se buscó construir cierta interrupción de la violencia; de este modo nació nuestro camino hacia la literatura, como grieta-máquina de salvación que produce palabra.
Bajo condiciones de ejercicio brutal de la opresión hicimos de la imaginación una praxis revolucionaria, un otro modo de sobrevivir con lo sensible y vibrátil no secuestrado de nuestros cuerpos. Luchamos con la lengua ante maneras infames de desubjetivación. Provocamos lenguaje. Resistimos humanos. Dimos relato. Hablamos para no morir.
Esta experiencia se sostiene sola. No hay elementos ni argumentos que puedan deslegitimarla; en el sentido de que se fue dando al calor de los dictámenes de lo que no sabíamos; sin método, sin estructura previa, como son siempre los senderos de la creación
La lectura en proceso de nuestra producción impresa:– “Una práctica de libertad” (2006) “Abrazo” (2007) y el blog “Guerreros del sol” (2008) da cuenta de que no hubo planes pergeñados, ni deliberados. Y que el “violento oficio de escribir” al que se arriba en los textos de la tercera publicación son el resultado de un recorrido en el que sirviéndonos de la literatura fuimos dándonos otros lenguajes -idiomas cuerpo, música, color, grafía- de nuestra propia invención. En ese modo, aconteciendo cada vez más fuertemente humanos redescubrimos qué latía, aún, en lo inhumano que nos tocaba padecer. Así, yendo del eterno rumiar del condenado al diálogo con “las cosas del aire” (el viento, la lluvia, el pájaro, la mujer); de la asfixia al balbuceo de nuestros primeros versos, o de las totalitarias certezas a descubrir -entrecruzando voces y miradas- a las distintos modos en que las arañas tejen sus telas en los techos de la celda concebimos una relación nueva entre nosotros, nuestros cuerpos.
La muerte de un compañero por sobredosis hizo que ese estallido en gestación se transformara en el punto de inflexión donde comprendimos que la única literatura posible de construir para seguir sintiéndonos vivos era que nuestras palabras estuvieran a la altura de lo que nos ocurría. Hicimos, por primera vez en la historia del grupo, una denuncia pública -no sin consecuencias sobre nuestros cuerpos- ante las autoridades penitenciarias y médicas del penal.
Resistimos a la contraofensiva escribiendo en silencio. Eludiendo con juego y arte nuestro miedo a la muerte pusimos en letra el día a día de esta cárcel hospicio. Las narrativas que expresan este sentir no son parte de ninguna ranchada tumbera, ni de nuestras lenguas con olor a pobres; su aspereza surge de la imposibilidd de encontrar palabras para lo que no tiene lenguaje: ¿cómo se hace, sino, para contar algo que no es ni vida ni muerte?
Si pudimos y podemos seguir como grupo es por haber creado con nuestro dolor el optimismo de una voluntad que intenta con-mover la primacía de relaciones sociales de dominio que hacen de la “enfermedad mental” y la pobreza un resorte aprovechable para la perpetuación de exclusiones aberrantes.
Quizá lo más importante que tengamos para decir es que mientras, en algún lugar de este mundo, existan dos o más seres humanos capaces de acompañarse en el sufrimiento y de entregarse para construir nuevas formas de amor - no importa de qué manera - la humanidad estará salvada.
Caracoles un hilo de luz que busca iluminar el espanto a lo que como hombres y mujeres hemos sido expuestos. Porque, aquí y allí, hay crímenes políticos e históricos que exceden la prisión. Es necesario darlos a ver y a oír, para comprender de qué sutiles maneras el manicomio resuena en nuestra cotidianeidad, para mostrarlos, diseccionarlos e interceptarlos abriendo cauces subterráneos de agua con mandato cristalino de vida. Porque cuando la maquinaria anestesiante del consumo se extingue, y la institución escuela se desfonda, y cuando el hospital no da a basto con tanta enfermedad organizada, ni los institutos de menores, ni la mendicidad ya. Cuando todas estas fabulaciones y otras de segregación, disciplinamiento y control social se agotan, entonces, el sistema, todavía tiene una forma última y aberrante de darnos muerte: las cárceles - manicomios; después de ellas están la picana o la cámara de gas.
Nuestras letras no son más que la legitima voz de los silenciados, no dada por nadie; sino conquistada por nosotros mismos en este arduo trabajo de transformar la literatura en salud. Este puñado de nombres y apellidos son la muestra de vida más potente que podemos ofrecer a la sociedad. Nombres que -como ya dijimos- exceden estos muros. Los ponemos al servicio de un proyecto vital, en este tiempo donde se vuelve urgente seguir buscando, sin descanso, esa región crucial del alma donde el mal absoluto se opone a la fraternidad.
POR LA ABOLICIÓN DE LA UNIDAD PENAL 20.
POR LA ABOLICON DE TODAS LAS CARCELES MANICOMIOS QUE QUEDAN EN EL PAIS.
POR UNA REVOLUCION PERMANTE QUE DESTITUYA CUALQUIER FORMA DE DOMINIO DE UN SER HUMANO SOBRE OTRO SER HUMANO.
Hugo Castro, Francisco Metlicich, Gustavo Mangone, Laura Caime, Jorge Rafael Carlos, Sergio Medina, Andrea Meza, Marcelo Palavicino, Mariano Nicolini, Yanina Pikula Prati, Diego Tarsia.
Suman sus voces:
Compañeros/as de Ciudad Interna, Alcira Daroqui, Francisco Scarfó (GESEC), Juan Carlos Sánchez (Gacetillas Argentinas), Norberto Ganci(El Club de la Pluma),Gorka Ramos, arte-terapeuta, Barcelona (Catalunya) - Estado español
CARACOLES
Buenos Aires, 1 de Enero 2009.
Invitamos a todos aquellos que compartan estos sentires y pensamientos a sumar sus nombres a la lista.
Enviarnos su adhesión a caracolesenred@hotmail.com
[1] Al momento de decidir la publicación de este documento, el gobierno de Mauricio Macri avanza con el cierre de los Hospitales Borda y Moyano. (¿Qué relación existe entre la Unidad Penal 20 y el Hospital Borda? La Unidad Penal Psiquiátrica 20, es una cárcel que depende del Servicio Penitenciario Federal. Sin embargo, se encuentra emplazada en terrenos del Hospital Borda dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Nótese cómo la ubicación arquitectónica de la cárcel así como la pertenencia a jurisdicciones diferentes -federal/municipal - refuerza parte del entramado entre cárcel y psiquiatría; favoreciendo nuestra invisibilización)
Cuando muchos de nuestros compañeros “salen” de Unidad Penal 20, lo hacen al Hospital Borda en cumplimiento de supuestas “medidas de seguridad”; así, algunos de nosotros somos enviados a los pabellones de ese Hospital para continuar –bajo la orden de un juez-con nuestro tratamiento. La pregunta que nos hacemos entonces es: ¿ qué sucederá con los pacientes judicializados, si estos hospitales se cierran? Y qué sucederá con los pacientes no judicializados para quienes es imposible pensar en un dispositivo ambulatorio puesto que no tienen adónde ir. ¿Acaso, en ambos casos, se los retendrá como ejército de reserva/prueba psiquiátrico en las celdas de la Unidad 20? O en su anexo en las instalaciones de Ezeiza?
[2] El art. 34 del Código Penal de la República Argentina (Título V -Imputabilidad) establece que NO SON PUNIBLES: 1) el que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones morbosas de las mismas o por su estado de inconsciencia, error o ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones. En caso de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un manicomio, del que no saldrá sino por resolución judicial, con audiencia del ministerio público y previo dictamen de peritos que declaren desaparecido el peligro de que el enfermo se dañe a sí mismo o a los demás. En los demás casos en que se absolviere a un procesado por las causales del presente inciso, el tribunal ordenara la reclusión del mismo en un establecimiento adecuado hasta que se comprobase la desaparición de las condiciones que le hicieren peligroso
La realidad indica que cuando una persona es declarada inimputable (al menos en la Ciudad y en la Provincia de Buenos Aires) y se le impone una medida de seguridad “en razón de su peligrosidad”, esa persona es recluida, desde mediados del siglo pasado y en la casi totalidad de los casos, en una de las llamadas Unidades Psiquiátricas Penitenciarias, esto es cárceles que no son sino cárceles con un escaso número de médicos, incapaces de atender la demanda de una enorme población y donde el único tratamiento que se suministra es el psicofarmacológico. Es cierto que el peligro de que una persona se dañe a sí misma o a los demás puede constituir un fundamento suficiente para que deba tolerar el cercenamiento de su libertad ambulatoria por parte del Estado. Lo que es inadmisible es que esa restricción no sea su internación hospitalaria con fines curativos, sino su reclusión carcelaria con fines de “tranquilidad social”. Los invisibles inimputables. Dra. Mónica María Burzomi. http://www.desmanicomializar.com.ar/Contenidos/temas/inimputables.htm
CARACOLES
Buenos Aires, 1 de Enero 2009.
Invitamos a todos aquellos que compartan estos sentires y pensamientos a sumar sus nombres a la lista.
Enviarnos su adhesión a caracolesenred@hotmail.com
[1] Al momento de decidir la publicación de este documento, el gobierno de Mauricio Macri avanza con el cierre de los Hospitales Borda y Moyano. (¿Qué relación existe entre la Unidad Penal 20 y el Hospital Borda? La Unidad Penal Psiquiátrica 20, es una cárcel que depende del Servicio Penitenciario Federal. Sin embargo, se encuentra emplazada en terrenos del Hospital Borda dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Nótese cómo la ubicación arquitectónica de la cárcel así como la pertenencia a jurisdicciones diferentes -federal/municipal - refuerza parte del entramado entre cárcel y psiquiatría; favoreciendo nuestra invisibilización)
Cuando muchos de nuestros compañeros “salen” de Unidad Penal 20, lo hacen al Hospital Borda en cumplimiento de supuestas “medidas de seguridad”; así, algunos de nosotros somos enviados a los pabellones de ese Hospital para continuar –bajo la orden de un juez-con nuestro tratamiento. La pregunta que nos hacemos entonces es: ¿ qué sucederá con los pacientes judicializados, si estos hospitales se cierran? Y qué sucederá con los pacientes no judicializados para quienes es imposible pensar en un dispositivo ambulatorio puesto que no tienen adónde ir. ¿Acaso, en ambos casos, se los retendrá como ejército de reserva/prueba psiquiátrico en las celdas de la Unidad 20? O en su anexo en las instalaciones de Ezeiza?
[2] El art. 34 del Código Penal de la República Argentina (Título V -Imputabilidad) establece que NO SON PUNIBLES: 1) el que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus facultades, por alteraciones morbosas de las mismas o por su estado de inconsciencia, error o ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones. En caso de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un manicomio, del que no saldrá sino por resolución judicial, con audiencia del ministerio público y previo dictamen de peritos que declaren desaparecido el peligro de que el enfermo se dañe a sí mismo o a los demás. En los demás casos en que se absolviere a un procesado por las causales del presente inciso, el tribunal ordenara la reclusión del mismo en un establecimiento adecuado hasta que se comprobase la desaparición de las condiciones que le hicieren peligroso
La realidad indica que cuando una persona es declarada inimputable (al menos en la Ciudad y en la Provincia de Buenos Aires) y se le impone una medida de seguridad “en razón de su peligrosidad”, esa persona es recluida, desde mediados del siglo pasado y en la casi totalidad de los casos, en una de las llamadas Unidades Psiquiátricas Penitenciarias, esto es cárceles que no son sino cárceles con un escaso número de médicos, incapaces de atender la demanda de una enorme población y donde el único tratamiento que se suministra es el psicofarmacológico. Es cierto que el peligro de que una persona se dañe a sí misma o a los demás puede constituir un fundamento suficiente para que deba tolerar el cercenamiento de su libertad ambulatoria por parte del Estado. Lo que es inadmisible es que esa restricción no sea su internación hospitalaria con fines curativos, sino su reclusión carcelaria con fines de “tranquilidad social”. Los invisibles inimputables. Dra. Mónica María Burzomi. http://www.desmanicomializar.com.ar/Contenidos/temas/inimputables.htm
[3] “Las estadísticas de mortalidad infantil en la provincia de Tucumán son manipuladas”. Los números que marcan que la variable se redujo a la mitad no concuerdan con la realidad. El procedimiento es simple sólo depende del trazo de una birome. Hay cientos de bebés cuyo peso es inferior a los 500 gramos, que habiendo nacido vivos son registrados como defunciones fetales o “egreso por aborto” y por lo tanto no forman parte de la estadística. En 2004, los jefes de guardias reunieron a todos los identificadores y comunicaron que a partir, de ese momento se debían registrar como “nacido muerto” a todo bebé que pesara menos de 500 gramos (aunque estuvieran vivos) La orden era no practicarle ninguna atención médica. Se los deposita en una bandeja de instrumental hasta que muere. (“Pobreza”- Tato Pavlovsky- Diario Página 12, Viernes 27 de Junio 2008)